VIRGEN DE LAS ROSAS
Oh, Virgen de las rosas olorosas,
oh Madre purísima ¡Oh María!
Solamente Tú eres la Madre de cada uno de nosotros,
y Te bajaste para onorarnos con Tu gloria,
como Madre que todo quiere donar.
Me postro.
Genuflexo ¡me pongo a escuchar!
¿Que quieres decirme, Madre?
¿Porque esa flor y ese nombre son simbolos de Tu amor?
¿Porque estoy inundada de su halo y el perfume me absorbe?
¿Porque?
Te conosco así: como Madre de Dios purisima,
Te conosco como aquella a la cual se le dice:
Dios Te salve, María,
pero no conosco tus gracias y tus bellezas interiores
y aquel que donas en Tu nombre.
Prostrada, siento Tu mano sobre mi,
tendrè que vivir todavia este momento;
yo siento, particípo, me regosijo de lo que veo,
la luz es radiante
las manos son estrellas que ponen luz,
el vestido, perfumado,
y Tu beso tiene el perfume de una rosa.
Estoy aquí, Madre, purísima.
De quedar aquí en Tu presencia no soy digno
y no tengo nada para ofrecerTe,
porque soy aquel que no conocía
Tu perfume y Tu dulzura.
Madre, ahora, Te ruego,
si quieres estár cerca de mi
haz que cada uno yo ame como hermano,
que todos somos hijos Tuyos.
Ábreme la mente y el corazón, dame Tu amor
y haz que Tu perfume se derrame sobre el hombre,
que él vea y sienta lo que he visto y sentido yo,
solo porque Tu me amas, como hija tuya.
Porque una madre, aúnque lejana,
aúnque inalcanzable está en el hijo,
y es ella que se le llama en la hora del dolor.
¡Madre! Soy aquel que la tierra me hizo
tengo mis fallas y mis debilidades,
pero Tu, que amas al mundo,
inúndanos con Tu perfume de rosas.